La Serenidad de Nasrudim
- Arnulfo Urrutia
- 11 mar
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 18 mar
Akenat caminaba por el sendero polvoriento, con el sol del atardecer tiñendo de oro las hojas de los árboles. Al llegar a la casa de Nasrudim, lo encontró sentado bajo el alero, con las piernas cruzadas y los ojos entrecerrados, como si escuchara el murmullo del viento.
—Nasrudim, ¿cómo transcurre tu día? —preguntó Akenat.
Nasrudim sonrió sin prisa y, sin moverse, respondió:
—Aquí estoy, Akenat, dejando que el mundo pase sin apurarlo. Bajo este alero, con los pies en alto, observo y aprendo.
Señaló con un leve movimiento del mentón hacia la gran casa en la colina.
—Allí vivía un hombre que conocí. Pasó su vida viajando lejos, persiguiendo monedas como si fueran luciérnagas en la noche. Volvió hace un año, con la espalda encorvada y el alma cansada. Construyó su morada con esfuerzo, pero anoche dejó este mundo sin haberla disfrutado.

Nasrudim cerró los ojos un instante y luego añadió:
—Él también estiró las piernas, pero las suyas no fueron para descansar, sino para que lo llevaran a la tierra.
Akenat guardó silencio. Nasrudim, con una risa suave, prosiguió:
—Akenat, no cargues piedras en tu corazón. La vida es como un río: si te aferras a la orilla, te agotas luchando contra la corriente. Yo trabajo cuando lo deseo, y solo si el precio del esfuerzo vale la pena. ¿Para qué agotar nuestros días con la fiebre del "desear más", si al final nos vamos con las manos vacías?
Akenat no encontró palabras. Había venido con la intención de ofrecerle un trabajo, pero ahora, al escuchar a Nasrudim, entendió que él ya poseía lo que muchos buscan sin descanso.
Mientras regresaba por el sendero, Akenat meditaba: “¿Es un sabio o un necio? ¿Un maestro del Tao o un simple hombre que ha encontrado la paz? Tal vez, simplemente, es Nasrudim.”
Nota: Esta historia está relacionada con otra, titulada: "Filosofía popular". Hemos cambiado el nombre de Nacho por Nasrudim y el de Arnulfo, por Akenat. También he ajustado del estilo, del nica al oriental. La forma cambia la percepción.
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