EL LUSTRADOR

—Le lustro los zapatos señor? —Pero papacito vos andás borracho, —le dije al ver sus ojos rojos—. —No, para nada, jefecito. —Le dije que sí, no sé por qué—. Sacó el cepillo, pasta, algunos trapos y me lustró muy mal.

Cuando ya estaba guardando sus pertrechos; me percaté de la tristeza que reflejaba su rostro. Supuse que posiblemente, tenía que ver con un folleto que andaba en la caja de lustrar, titulado: "Cómo encontrar el amor de su vida"